Tecnología, juegos electrónicos y otras yerbas

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Por Helena Herbón

Observando jugar a un niño, uno puede sacar unas cuantas conclusiones:  ¿Cómo se mueve? ¿Es activo o contemplativo? ¿Tiene características de líder? ¿Qué tipo de líder, si es ése el caso? ¿Está sano, su esqueleto está siguiendo la posición correcta, erguido entre tierra y cielo? ¿A qué juega? De acuerdo a su edad… ¿Imagina? ¿Es pequeño? ¿Se siente incluido en grupos o no? ¿En lo social? Ya algo mayor, ¿Actúa moralmente? ¿Engaña? ¿Enfrenta?  Bueno, si los vemos con interés podemos conocer mucho de esas individualidades para ayudarlas a desarrollar su potencial.

Acoto: Todas estas posibilidades de conocer al niño, si él está frente a la compu o con el telefonito, “jugando” se pierde.

Ahí su actitud sólo muestra su absorta desesperación por ganar, por conseguir más puntaje. Su cuerpo está quieto, encorvado y sólo mueve los pulgares.

El resto de la mano sólo sirve de sostén. ¡Dije los Pulgares! ¡Son los que nos diferencian de los monos! Nos sirven para asir, para tejer, para sostener un pincel, para apretar una tuerca, para modelar, colocar una inyección, acariciar una cabeza dolorida, para armar un cuenco y beber y dar de beber. ¡Qué lástima verlos todo el tiempo apretando signos!

 

Nuestro tiempo

Pero la tecnología está y vino para quedarse. Por lo menos en esta época. La gran cuestión es que nos sirva ella a nosotros, o dejarnos dominar por la máquina.

Y para que esto último no ocurra, la educación debe considerar como su gran meta, el fortalecimiento del alma consciente, de lo moral, de la voluntad. Y esto no nos es claro pues la época materialista opaca la otra parte del ser humano: la espiritual.

Educar es un Arte. Esto fue tenido en cuenta desde la antigua Grecia. Para ellos la educación fue lograr que el humano, a través de la belleza de sus movimientos y de su cuerpo, transmitiera la armonía del cosmos.

Roma toma otro ideal. La retórica, la palabra escrita, las leyes. El medioevo da lugar a la mujer, instituye la creencia, la fe en lo religioso, que antes era Sabiduría dada. El dogma.

Hoy debemos intuir el desarrollo casi profético de la futura condición humana. Pregunta vital: ¿Qué es hoy el humano en esta etapa evolutiva? ¿Reconocemos la meta educativa?

A tener en cuenta este “tanteo” en el Arte de Educar: Nosotros, adultos, mostramos el mundo al niño. El pequeño comienza a in-corporar lo que le enseñamos. El niño ante una pantalla… ¿qué incorpora? Incorpora Irrealidades, Velocidad. Dramática propensión del alma a la acción-reacción.

In-corporó a su ser un mundo “de mentira”.

La pantalla no da tiempo para discernir. En cambio, si planto una semilla en la tierra, acompaño el gesto con una imagen, sigo el crecimiento de la planta, puedo intuir cómo el gesto es un suave mostrar el mundo. Por supuesto, pensando en qué es lo que quiero transmitir, adaptaré gesto, relato y reflexión a la edad del individuo. In-corporaré realidades sensibles.

El niño de la pantalla rápido recibirá juegos-eco de lo que sucede. Si es bien “amarillista”. Ejemplo: el “motochorro” filmado el otro día por un turista ya era “cazado o no” a las pocas horas de lo sucedido en un jueguito. Se vende rápido.

Tengo unos vecinos de bajo nivel económico cuyos niños juegan y juegan todo el día. Oigo sus imaginaciones y risas y el “dale que vos eras…” Pero tengo otros cuyos padres están contentos con regalar lo último en tecnología. Pálidos, ojos inquietos que no pueden sostener una mirada, curva de atención mínima. Elijamos.

Pregunta obvia: ¿Qué modelo de Educación y juego elijo para mis hijos? Si no puedo intuir el ser humano del futuro, ¿qué hago?

Yo diría: Padres, tengan en cuenta la edad de los niños. Déjenlos crecer en lo Natural, que incorporen seres reales, que conozcan las cosas, que una vez hayan vivido el mundo creado y tangible. Que esperen. La tecnología no es más inteligente que nosotros. Se aprende rápido, pero mejor darle el debido tiempo, el segundo septenio, por ejemplo.

En fin, que ante la Acción no responda solo con Reacción, que el equilibrio del discernimiento entre lo Bueno y lo Malo, tenga tiempo de crecer. Que la voluntad pueda tomarse ante la experiencia de la confianza en el mundo y en la convivencia humana. Guiemos al niño a que la elección sea ¿A qué jugamos? Y no ¿prendo el aparato o me aburro?

Hay que reflexionar mucho sobre este tema. Enterémonos también de los estudios científicos que ya están mostrando modificaciones a nivel neuronal en los usuarios de tiempo frecuente y sostenido. Si los educadores padres-maestros nos informamos y se toma la decisión de limitar la exposición del niño a la electrónica por, al menos, los primeros 13-14 años de vida, podemos protegerlos de la influencia negativa hasta que estén preparados.