Adentrarse en la oscuridad y la dureza de la tierra. Volverla suave y tierna para recibir las semillas, que son pequeños soles. Sembrar, honrando al sol, a la luna y a la tierra. Confiar en el trabajo humano y en las dádivas de los cielos, en forma de sol y lluvia para que las semillas broten, crezcan y den fruto. ¿Quién sabe cosechemos maíz luego del verano…?

Vamos cerrando nuestro primer grado atesorando esta experiencia fundante. ¡Gracias maestro Gustavo!.